) LO QUE SUENA (
) WHAT SOUNDS (
) ALLÒ QUE SONA (
29.03.23 

Las ruedas de lo que podría ser una carretilla corriendo sobre la pista, 3 bocinas cortitas ligeras de un panadero de la tarde, varias bocinas largas, graves, insistentes llegan de más lejos; es el tráfico de las 6 pm. Un heladero se está acercando, sopla su trompeta, las voces de un hombre y el panadero ahora negocian el pago de la deuda de la semana. Ladra un perro, un skater revela las líneas irregulares de la vereda en un solo largo que llega de a pocos, y de a pocos se va. Sí, hay pájaros, pero sus trinos se entreveran con el rumor colectivo y se pierden en él. Una sirena que podría ser bien de una ambulancia o bien de un auto policía; si son extremos opuestos ¿por qué suenan tan parecido? Alguien pide su bicicleta. Pasa una moto, debe ser pequeña. Cierran la puerta principal del edificio, siempre retumba algo. Arranca un auto, calienta el motor un rato, debe estar saliendo humo de su tubo de escape. Pasa otra moto, luego otro auto a cierta velocidad. Me parece que el contacto de las llantas sobre el asfalto se parece al sonido del mar cuando llega a la orilla, como un raspón extendido. Aparatos de teléfono en algunos departamentos cercanos han timbrado varias veces, todos distintos. Alguien golpea una ventana como si fuese una puerta, la ventana vibra, el sonido de tocar una ventana como si fuese una puerta es inquietante, no sé por qué, quizás sea porque ese acto incluye también la mirada a través del vidrio. Unas mujeres hablan, no entiendo lo que dicen y lo que sea que digan llega como cantos. Otra vez cerraron la puerta del edificio, siempre retumba. Una mujer llama a Mónica, le dice Mónica, espérate. Un ciclista lleva consigo un parlante desde donde se escucha una salsa, un manojo de llaves colgando del cuerpo de alguien que camina y un pitido agudo sostenido que no logro identificar. Estoy en Lima, querido Abrán. Creo que no te diré en qué barrio, al menos no esta vez, no hagamos todavía un mapa con puntos fijos sino un paseo general. 

][

15.04.23

No sé si es la fiebre que me invade, mientras imagino —querida Luzma— que la campana del camión que recoge la basura inunda mi cráneo (por encima de ‘SONidos de la Huasteca’, el programa que escucho todas las mañanas en Radio Educación mientras camino hacia mi lugar de trabajo, a diez minutos de mi casa, y luego de vuelta para ir a almorzar a las 13:50... esta vez se reproduce un viejo huapango, grabado en 1935, en el que el cantante presumía, lujosa y orgullosamente, un falsete que el locutor ensalza unas tres veces, pues lo hacía en más de dos sílabas seguidas. Se trata del cuarteto Los Chinacos, con ‘El Viejo’ Elpidio Ramírez, en el violín, Roque Castillo en la quinta huapanguera, y Nicandro Castillo y Pedro Galindo en las guitarras sextas), y mientras repica en mi ósea choya su metálico tantán, escucho con el muslo la vibración del teléfono celular que llevo en mi bolsillo izquierdo, antes de que suene el gruñido de Chewbacca que anuncia las llamadas que recibo. En el morral, que casi siempre llevo cruzado al pecho y a la espalda, se sacuden las llaves de mi casa, junto con las del estudio, en dos llaveros distintos, para no hacerme bolas, junto con muchos papelitos, que dan fe de mis actividades cotidianas: el ticket del banco, el recibo de la farmacia, la receta del médico, la lista de las compras, la invitación para una exposición, volantes y otros panfletos que de mano en mano recibo de repartidores en la calle, y que luego serán pintados por el reverso de acuerdo a una gama de treinta y cuatro tonos.

De la mano del fervor viral que me habita, otras percepciones sensoriales enfatizan lo que escucho, como la sensación de mi pisada sobre la banqueta, del crujir fritanguero de la quesadilla en el aceite del comal que arde sobre el anafre, afuera del supermercado rodeado de menesterosos, junto al puesto de empanadas, frente al de los tacos de guisado, junto a la panadería, al lado de los tacos y los jugos y cocteles de frutas, coronados con enormes copetes de crema batida en aerosol... un hissssssssssssssssssssss discreto anuncia un topping de granola. También se exacerban los colores y los olores de las personas. Contesto el teléfono sin ver quién llama, y una voz bien conocida, que siento que escuché el día anterior, tal vez sea de nuevo un efecto febril, cuando en realidad han pasado años, que me dice: ‘¡Abrán!’. Eres tú, Luzma...

20.04.23

Mi querido Abrán, este lugar suena muy distinto por la mañana y por la tarde. Estoy en la zona trasera del edificio, junto a un muro de vidrio por donde se cuela, entre las 6 y las 8 am, el sol en el verano. El techo es semidescubierto y desde ahí llega lo que hay detrás. Adentro, el tablero rojo de la mesa sobre la que escribo suelta un ruido seco cuando pongo la taza, sus patas rechinan contra el piso de cemento. El cojín tieso, cuadrado, demasiado alto, forrado de plástico que cubre el asiento de la silla, sopla mientras me acomodo.

Sonidos que no consigo relacionar con ninguna fuente vienen desde afuera. Algo como bolsas plásticas, o brasas quemándose, o láminas metálicas tiemblan en repeticiones circulares. Al fondo, un taladro sostenido muy agudo se enciende y se apaga una y otra vez; anuncia que empezó el horario de trabajo para los obreros de construcción. Ruidos de platos y cubiertos salen como peces voladores de una ventana; más cerca está la voz de un bebé, no son gritos ni es llanto, son balbuceos entrecortados, cosquillas. El claxon de la 73 insiste con violencia en 4 pitadas muy largas, asumo que está atrapado en el tráfico de la curva del parque. Lo que regresa cada tanto es ese objeto que fricciona en círculos. Se escucha orgánico, es probable que una mano lo esté activando, frota algo. Y un zumbido llega de muy lejos, contiene y está en la basede todo: es compacto, como la letra M amplificada, es un tubo, un túnel volteado hacia afuera.

Uno de mis hijos despierta, no sabe que estoy acá, en esta mesa, escribiéndote y lo escucho a unos metros tocar su guitarra. Ese sonido rasgado tiene al menos dos formas de ser; uno suena directamente hacia afuera y está solo atado a las cuerdas, el otro ingresa por la boca de la guitarra y desde allí vuelve a salir con un breve retardo, acuerpado, robusto. El segundo envuelve al primero. El primero moviliza al segundo. Blas se detiene. Dice no sale, dice más palabras o quizás canturrea entre quejidos y murmullos estirados en trance, que uno diría placenteros. Pasa de rasgar las cuerdas con sus dedos a golpear la caja de la guitarra y comienza a cantar en tono de pregunta. Pulsa la madera con golpes ya más intensos, se monta sobre el zumbido lejano con forma de tubo, ahora está freestyleando.

“...pero ¿qué es lo propio de la ausencia del preseenteeeee?
y ya, ...decido ser naa... decido ser naaa... ”

][

24.04.23

Muy querida Luzma

Combinado con el chic chac de la navaja que sale y entra en el riel de exacto, del rasgueo de la cinta adhesiva y del cartón del que se desempacan vaciado de yeso con capas de cera que encapsula zarzamoras, tubitos, cables, alambres y monedas de cobre, suena esto.

Abrazos,

ac

04.05.23

Arrastran las sillas. Un avión sopla su línea en el cielo. Perro negro ladra tres veces. “Víctor Mendoza” sale de un teléfono celular. Salta la tolva de una camioneta. Un carrito de basura rueda las llantas de jebe. Detrás del muro, carcajadas. Suena una campana, luego un silbato. Voz de una mujer desde un altoparlante. Aplausos. Viento entre las hojas del molle. Aplausos. Un salto en zapatillas. Vengo caminando por la calle del Colegio Parroquial Santa Rosa, querido Abrán, en este mediodía de un verano que no acaba.

¿Cristina? ¿Elvira? ¿Rosita? ¿Mercedes? ¿Ana?
Chicas... mantengan el orden... ¿Joanna? ¡Joaannaaa!...
Ya ustedes saben. Estás a prueba esta semana...

... y la próxima semana...
¿Dónde está...? ¿Joanna?

¡...Shhhhhhh...! ... Falta el escudo. ¡Diiaaaanaaaa!

Maestro, dele un poquito pal’ante.
Va a salir ya, retroceda nomáaa...
Maaari, está llegando tu papá. Alexaaa...

Ya vino tu papá.

¡No juegues en la pista! NAAAAAAHHHH HHHHHHIIIII...

¡Señor Diego!

Muuuy biennn, la número 1, la número 2...
Puntuales mañana. Y traigan más agua.
AAAAAAIIIIIIIIIIIII YYYEEEEEAAAAA UNAAAAAA YAYAAAAAA...
Sí, la Vicky estudiosa es. Hace rato la estoy llamando.

¡Atención Marcia!
¿Ahí esta la llave?
¿Herminia, ahí está la llave?

Fotocopien de la página 12 a la 29, blanco y negro, para qué más.

¡Paco! ¡Mañana acá ah!

Qué necesidad... poner la foto de las autoridades...

¿Entendieron?

Estás dejando regados los papeles.
¿Y tú, por qué tienes ese polo?
¡No cruces sin mirar, Mari!
Mínimo 3 Marcianos de 3 sabores, señora:
fresa, lúcuma y maracuyá.

][

03.05.23

Tintineando su triquitraque, refunfuña su chaca chaca, embobina la sirena de la pipa de los tragafuego.

Trinan gozosos los cotorritos allá afuerita, y acá nos masticamos todo el día el pitido intolerable de la Genie subibaja, ayudándonos a cambiar nuestra percepción del espacio, quitando y poniendo, moviendo, cambiando de lugar los spots, los washes y los flows.

Rumiando mi stress pongo otra vez —sin escuchar las frecuentes quejas y las críticas a mi maniática reincidencia— una playlist de Los Lobos, en la que se arrejuntan las arpas jarochas, las vihuelas, la tejana y el rocanrolito cincuentero.

Una abeja em zumba al oído, “la Fuerza Aérea”, dijo Raúl, en la temporada en que vacíabamos yeso, y cuando fraguaba le machacábamos y exprimíamos zarzamoras frescas, y encapsulábamos chingaderitas en una capa extra de cera y parafinas derretidas, al son de las velocidades que demanda cada material, cada objeto, y sus diálogos, sus sonidos, sus murmullos, como este, querida Luzma...

03.05.23

Abrán de Ajusco, lugar donde florece el agua, estarás arremolinando tus wachuwuros en el espacio de allá. Qui tapón pon pon pon. Acá, yo quiebro la cáscara de unos huevos de gallinas libres con la yema bien amarillita para chorrearla en la mantequilla encebollada que ya cruje. Comeré poco y despacio. De ahí puro paquete rechinando en bolsas reciclables serán sorbidas por la mochila y entonces partir, en unas horas, al nevado. Bocinearemos rumbo norte para girar quemando caucho hacia la Sierra. De Churín en adelante solo habrá sacudida en la trocha. Llegando a los 5,000 metros sobre el nivel del mar el hielo se derrite y pasaremos por al menos 7 lagunas glaciares: Rumbro, Punhuaycocha, Rupahuay, Chaucas, Chuspi, Gayco y Mallay. Registraré lo blanco. El goteo también.

Te abrazo. Lo mejor para ti por allá.

08.05.23

Ian Campbell canta “Poor old horse”, una tonadilla de marineros (¿será acerca de hipocampos?), luego de “Na Ceannabháin Bhana”, que acabé bailando mientras el crujido del parquet me recuerda que sigo algunos kilos arriba de lo que debería, pero igual ya anhelo el pssshhhhht de la chapita de la cerveza despegándose de la botella, antes del tris que hace sobre el piso de terrazo, y ni qué decir del clin del brindis de rigor…

Mientras amontono mis sílabas con sus espacios y sus silencios, suena “Down is up” de Moondog, el Vikingo de la 6a Avenida, y casi al instante llega el DJ a contarme con gesticulaciones y exabruptos sonoros, que metió un autogol en su clase de fut, y a leerme su tarea, en un francés que sigo encontrando demasiado parisino, pensamiento que ni tan en el fondo esconde mi auténtica incapacidad fonética, y mi primigenia capacidad de aprender a estas alturas de la vida, y mi increíble habilidad para desaprender.

Una onomatopeya, “Bam Bam”, es el título de la sincopada melodía de Sister Nancy, cuya voz aterciopelada, de nuevo me lleva a torturar las lloronas maderas del piso de mi casa.

Finalmente, intentando canturrear la canción del principio, busco la letra tecleando- mi-teclado como si fuera el de la máquina de escribir, con la que aprendí a “escribir a máquina”, dándole duro, percutiendo, más que otra cosa, al ritmo de la canción , que me hace tirar una carcajada sonora, no sólo por su contenido desvalagado y cínico, sino por mi pronunciación estúpidamente torpe y sin gracia, y por mi abulia displicente al no poner atención al relato implícito :

“Poor Old Horse”
Ian Campbell

I say, “Old man, your horse is dead.”
And we say so, And we know so.
I say, “Old man, your horse is dead.” O, poor old man.
One month a rotten live we’ve led
While you lay on y’er feather bed
But now the month is up, ol’ turk
get up, ye swine, and look for work
get up, ye swine, and look for graft
while we lays on an’ yanks ye aft
An’ yanks ye aft t’ th’ cabin door
and hopes we’ll never see ye more

Esperando sinceramente verte de nuevo algún día, te dejo un abrazo,

ac

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29.03.23 

Las ruedas de lo que podría ser una carretilla corriendo sobre la pista, 3 bocinas cortitas ligeras de un panadero de la tarde, varias bocinas largas, graves, insistentes llegan de más lejos; es el tráfico de las 6 pm. Un heladero se está acercando, sopla su trompeta, las voces de un hombre y el panadero ahora negocian el pago de la deuda de la semana. Ladra un perro, un skater revela las líneas irregulares de la vereda en un solo largo que llega de a pocos, y de a pocos se va. Sí, hay pájaros, pero sus trinos se entreveran con el rumor colectivo y se pierden en él. Una sirena que podría ser bien de una ambulancia o bien de un auto policía; si son extremos opuestos ¿por qué suenan tan parecido? Alguien pide su bicicleta. Pasa una moto, debe ser pequeña. Cierran la puerta principal del edificio, siempre retumba algo. Arranca un auto, calienta el motor un rato, debe estar saliendo humo de su tubo de escape. Pasa otra moto, luego otro auto a cierta velocidad. Me parece que el contacto de las llantas sobre el asfalto se parece al sonido del mar cuando llega a la orilla, como un raspón extendido. Aparatos de teléfono en algunos departamentos cercanos han timbrado varias veces, todos distintos. Alguien golpea una ventana como si fuese una puerta, la ventana vibra, el sonido de tocar una ventana como si fuese una puerta es inquietante, no sé por qué, quizás sea porque ese acto incluye también la mirada a través del vidrio. Unas mujeres hablan, no entiendo lo que dicen y lo que sea que digan llega como cantos. Otra vez cerraron la puerta del edificio, siempre retumba. Una mujer llama a Mónica, le dice Mónica, espérate. Un ciclista lleva consigo un parlante desde donde se escucha una salsa, un manojo de llaves colgando del cuerpo de alguien que camina y un pitido agudo sostenido que no logro identificar. Estoy en Lima, querido Abrán. Creo que no te diré en qué barrio, al menos no esta vez, no hagamos todavía un mapa con puntos fijos sino un paseo general. 

][

15.04.23

No sé si es la fiebre que me invade, mientras imagino —querida Luzma— que la campana del camión que recoge la basura inunda mi cráneo (por encima de ‘SONidos de la Huasteca’, el programa que escucho todas las mañanas en Radio Educación mientras camino hacia mi lugar de trabajo, a diez minutos de mi casa, y luego de vuelta para ir a almorzar a las 13:50... esta vez se reproduce un viejo huapango, grabado en 1935, en el que el cantante presumía, lujosa y orgullosamente, un falsete que el locutor ensalza unas tres veces, pues lo hacía en más de dos sílabas seguidas. Se trata del cuarteto Los Chinacos, con ‘El Viejo’ Elpidio Ramírez, en el violín, Roque Castillo en la quinta huapanguera, y Nicandro Castillo y Pedro Galindo en las guitarras sextas), y mientras repica en mi ósea choya su metálico tantán, escucho con el muslo la vibración del teléfono celular que llevo en mi bolsillo izquierdo, antes de que suene el gruñido de Chewbacca que anuncia las llamadas que recibo. En el morral, que casi siempre llevo cruzado al pecho y a la espalda, se sacuden las llaves de mi casa, junto con las del estudio, en dos llaveros distintos, para no hacerme bolas, junto con muchos papelitos, que dan fe de mis actividades cotidianas: el ticket del banco, el recibo de la farmacia, la receta del médico, la lista de las compras, la invitación para una exposición, volantes y otros panfletos que de mano en mano recibo de repartidores en la calle, y que luego serán pintados por el reverso de acuerdo a una gama de treinta y cuatro tonos.

De la mano del fervor viral que me habita, otras percepciones sensoriales enfatizan lo que escucho, como la sensación de mi pisada sobre la banqueta, del crujir fritanguero de la quesadilla en el aceite del comal que arde sobre el anafre, afuera del supermercado rodeado de menesterosos, junto al puesto de empanadas, frente al de los tacos de guisado, junto a la panadería, al lado de los tacos y los jugos y cocteles de frutas, coronados con enormes copetes de crema batida en aerosol... un hissssssssssssssssssssss discreto anuncia un topping de granola. También se exacerban los colores y los olores de las personas. Contesto el teléfono sin ver quién llama, y una voz bien conocida, que siento que escuché el día anterior, tal vez sea de nuevo un efecto febril, cuando en realidad han pasado años, que me dice: ‘¡Abrán!’. Eres tú, Luzma...

20.04.23

Mi querido Abrán, este lugar suena muy distinto por la mañana y por la tarde. Estoy en la zona trasera del edificio, junto a un muro de vidrio por donde se cuela, entre las 6 y las 8 am, el sol en el verano. El techo es semidescubierto y desde ahí llega lo que hay detrás. Adentro, el tablero rojo de la mesa sobre la que escribo suelta un ruido seco cuando pongo la taza, sus patas rechinan contra el piso de cemento. El cojín tieso, cuadrado, demasiado alto, forrado de plástico que cubre el asiento de la silla, sopla mientras me acomodo.

Sonidos que no consigo relacionar con ninguna fuente vienen desde afuera. Algo como bolsas plásticas, o brasas quemándose, o láminas metálicas tiemblan en repeticiones circulares. Al fondo, un taladro sostenido muy agudo se enciende y se apaga una y otra vez; anuncia que empezó el horario de trabajo para los obreros de construcción. Ruidos de platos y cubiertos salen como peces voladores de una ventana; más cerca está la voz de un bebé, no son gritos ni es llanto, son balbuceos entrecortados, cosquillas. El claxon de la 73 insiste con violencia en 4 pitadas muy largas, asumo que está atrapado en el tráfico de la curva del parque. Lo que regresa cada tanto es ese objeto que fricciona en círculos. Se escucha orgánico, es probable que una mano lo esté activando, frota algo. Y un zumbido llega de muy lejos, contiene y está en la basede todo: es compacto, como la letra M amplificada, es un tubo, un túnel volteado hacia afuera.

Uno de mis hijos despierta, no sabe que estoy acá, en esta mesa, escribiéndote y lo escucho a unos metros tocar su guitarra. Ese sonido rasgado tiene al menos dos formas de ser; uno suena directamente hacia afuera y está solo atado a las cuerdas, el otro ingresa por la boca de la guitarra y desde allí vuelve a salir con un breve retardo, acuerpado, robusto. El segundo envuelve al primero. El primero moviliza al segundo. Blas se detiene. Dice no sale, dice más palabras o quizás canturrea entre quejidos y murmullos estirados en trance, que uno diría placenteros. Pasa de rasgar las cuerdas con sus dedos a golpear la caja de la guitarra y comienza a cantar en tono de pregunta. Pulsa la madera con golpes ya más intensos, se monta sobre el zumbido lejano con forma de tubo, ahora está freestyleando.

“...pero ¿qué es lo propio de la ausencia del preseenteeeee?
y ya, ...decido ser naa... decido ser naaa... ”

][

24.04.23

Muy querida Luzma

Combinado con el chic chac de la navaja que sale y entra en el riel de exacto, del rasgueo de la cinta adhesiva y del cartón del que se desempacan vaciado de yeso con capas de cera que encapsula zarzamoras, tubitos, cables, alambres y monedas de cobre, suena esto.

Abrazos,

ac

04.05.23

Arrastran las sillas. Un avión sopla su línea en el cielo. Perro negro ladra tres veces. “Víctor Mendoza” sale de un teléfono celular. Salta la tolva de una camioneta. Un carrito de basura rueda las llantas de jebe. Detrás del muro, carcajadas. Suena una campana, luego un silbato. Voz de una mujer desde un altoparlante. Aplausos. Viento entre las hojas del molle. Aplausos. Un salto en zapatillas. Vengo caminando por la calle del Colegio Parroquial Santa Rosa, querido Abrán, en este mediodía de un verano que no acaba.

¿Cristina? ¿Elvira? ¿Rosita? ¿Mercedes? ¿Ana?
Chicas... mantengan el orden... ¿Joanna? ¡Joaannaaa!...
Ya ustedes saben. Estás a prueba esta semana...

... y la próxima semana...
¿Dónde está...? ¿Joanna?

¡...Shhhhhhh...! ... Falta el escudo. ¡Diiaaaanaaaa!

Maestro, dele un poquito pal’ante.
Va a salir ya, retroceda nomáaa...
Maaari, está llegando tu papá. Alexaaa...

Ya vino tu papá.

¡No juegues en la pista! NAAAAAAHHHH HHHHHHIIIII...

¡Señor Diego!

Muuuy biennn, la número 1, la número 2...
Puntuales mañana. Y traigan más agua.
AAAAAAIIIIIIIIIIIII YYYEEEEEAAAAA UNAAAAAA YAYAAAAAA...
Sí, la Vicky estudiosa es. Hace rato la estoy llamando.

¡Atención Marcia!
¿Ahí esta la llave?
¿Herminia, ahí está la llave?

Fotocopien de la página 12 a la 29, blanco y negro, para qué más.

¡Paco! ¡Mañana acá ah!

Qué necesidad... poner la foto de las autoridades...

¿Entendieron?

Estás dejando regados los papeles.
¿Y tú, por qué tienes ese polo?
¡No cruces sin mirar, Mari!
Mínimo 3 Marcianos de 3 sabores, señora:
fresa, lúcuma y maracuyá.

][

03.05.23

Tintineando su triquitraque, refunfuña su chaca chaca, embobina la sirena de la pipa de los tragafuego.

Trinan gozosos los cotorritos allá afuerita, y acá nos masticamos todo el día el pitido intolerable de la Genie subibaja, ayudándonos a cambiar nuestra percepción del espacio, quitando y poniendo, moviendo, cambiando de lugar los spots, los washes y los flows.

Rumiando mi stress pongo otra vez —sin escuchar las frecuentes quejas y las críticas a mi maniática reincidencia— una playlist de Los Lobos, en la que se arrejuntan las arpas jarochas, las vihuelas, la tejana y el rocanrolito cincuentero.

Una abeja em zumba al oído, “la Fuerza Aérea”, dijo Raúl, en la temporada en que vacíabamos yeso, y cuando fraguaba le machacábamos y exprimíamos zarzamoras frescas, y encapsulábamos chingaderitas en una capa extra de cera y parafinas derretidas, al son de las velocidades que demanda cada material, cada objeto, y sus diálogos, sus sonidos, sus murmullos, como este, querida Luzma...

03.05.23

Abrán de Ajusco, lugar donde florece el agua, estarás arremolinando tus wachuwuros en el espacio de allá. Qui tapón pon pon pon. Acá, yo quiebro la cáscara de unos huevos de gallinas libres con la yema bien amarillita para chorrearla en la mantequilla encebollada que ya cruje. Comeré poco y despacio. De ahí puro paquete rechinando en bolsas reciclables serán sorbidas por la mochila y entonces partir, en unas horas, al nevado. Bocinearemos rumbo norte para girar quemando caucho hacia la Sierra. De Churín en adelante solo habrá sacudida en la trocha. Llegando a los 5,000 metros sobre el nivel del mar el hielo se derrite y pasaremos por al menos 7 lagunas glaciares: Rumbro, Punhuaycocha, Rupahuay, Chaucas, Chuspi, Gayco y Mallay. Registraré lo blanco. El goteo también.

Te abrazo. Lo mejor para ti por allá.

08.05.23

Ian Campbell canta “Poor old horse”, una tonadilla de marineros (¿será acerca de hipocampos?), luego de “Na Ceannabháin Bhana”, que acabé bailando mientras el crujido del parquet me recuerda que sigo algunos kilos arriba de lo que debería, pero igual ya anhelo el pssshhhhht de la chapita de la cerveza despegándose de la botella, antes del tris que hace sobre el piso de terrazo, y ni qué decir del clin del brindis de rigor…

Mientras amontono mis sílabas con sus espacios y sus silencios, suena “Down is up” de Moondog, el Vikingo de la 6a Avenida, y casi al instante llega el DJ a contarme con gesticulaciones y exabruptos sonoros, que metió un autogol en su clase de fut, y a leerme su tarea, en un francés que sigo encontrando demasiado parisino, pensamiento que ni tan en el fondo esconde mi auténtica incapacidad fonética, y mi primigenia capacidad de aprender a estas alturas de la vida, y mi increíble habilidad para desaprender.

Una onomatopeya, “Bam Bam”, es el título de la sincopada melodía de Sister Nancy, cuya voz aterciopelada, de nuevo me lleva a torturar las lloronas maderas del piso de mi casa.

Finalmente, intentando canturrear la canción del principio, busco la letra tecleando- mi-teclado como si fuera el de la máquina de escribir, con la que aprendí a “escribir a máquina”, dándole duro, percutiendo, más que otra cosa, al ritmo de la canción , que me hace tirar una carcajada sonora, no sólo por su contenido desvalagado y cínico, sino por mi pronunciación estúpidamente torpe y sin gracia, y por mi abulia displicente al no poner atención al relato implícito :

“Poor Old Horse”
Ian Campbell

I say, “Old man, your horse is dead.”
And we say so, And we know so.
I say, “Old man, your horse is dead.” O, poor old man.
One month a rotten live we’ve led
While you lay on y’er feather bed
But now the month is up, ol’ turk
get up, ye swine, and look for work
get up, ye swine, and look for graft
while we lays on an’ yanks ye aft
An’ yanks ye aft t’ th’ cabin door
and hopes we’ll never see ye more

Esperando sinceramente verte de nuevo algún día, te dejo un abrazo,

ac

CATALAN

29.03.23 

Las ruedas de lo que podría ser una carretilla corriendo sobre la pista, 3 bocinas cortitas ligeras de un panadero de la tarde, varias bocinas largas, graves, insistentes llegan de más lejos; es el tráfico de las 6 pm. Un heladero se está acercando, sopla su trompeta, las voces de un hombre y el panadero ahora negocian el pago de la deuda de la semana. Ladra un perro, un skater revela las líneas irregulares de la vereda en un solo largo que llega de a pocos, y de a pocos se va. Sí, hay pájaros, pero sus trinos se entreveran con el rumor colectivo y se pierden en él. Una sirena que podría ser bien de una ambulancia o bien de un auto policía; si son extremos opuestos ¿por qué suenan tan parecido? Alguien pide su bicicleta. Pasa una moto, debe ser pequeña. Cierran la puerta principal del edificio, siempre retumba algo. Arranca un auto, calienta el motor un rato, debe estar saliendo humo de su tubo de escape. Pasa otra moto, luego otro auto a cierta velocidad. Me parece que el contacto de las llantas sobre el asfalto se parece al sonido del mar cuando llega a la orilla, como un raspón extendido. Aparatos de teléfono en algunos departamentos cercanos han timbrado varias veces, todos distintos. Alguien golpea una ventana como si fuese una puerta, la ventana vibra, el sonido de tocar una ventana como si fuese una puerta es inquietante, no sé por qué, quizás sea porque ese acto incluye también la mirada a través del vidrio. Unas mujeres hablan, no entiendo lo que dicen y lo que sea que digan llega como cantos. Otra vez cerraron la puerta del edificio, siempre retumba. Una mujer llama a Mónica, le dice Mónica, espérate. Un ciclista lleva consigo un parlante desde donde se escucha una salsa, un manojo de llaves colgando del cuerpo de alguien que camina y un pitido agudo sostenido que no logro identificar. Estoy en Lima, querido Abrán. Creo que no te diré en qué barrio, al menos no esta vez, no hagamos todavía un mapa con puntos fijos sino un paseo general. 

][

15.04.23

No sé si es la fiebre que me invade, mientras imagino —querida Luzma— que la campana del camión que recoge la basura inunda mi cráneo (por encima de ‘SONidos de la Huasteca’, el programa que escucho todas las mañanas en Radio Educación mientras camino hacia mi lugar de trabajo, a diez minutos de mi casa, y luego de vuelta para ir a almorzar a las 13:50... esta vez se reproduce un viejo huapango, grabado en 1935, en el que el cantante presumía, lujosa y orgullosamente, un falsete que el locutor ensalza unas tres veces, pues lo hacía en más de dos sílabas seguidas. Se trata del cuarteto Los Chinacos, con ‘El Viejo’ Elpidio Ramírez, en el violín, Roque Castillo en la quinta huapanguera, y Nicandro Castillo y Pedro Galindo en las guitarras sextas), y mientras repica en mi ósea choya su metálico tantán, escucho con el muslo la vibración del teléfono celular que llevo en mi bolsillo izquierdo, antes de que suene el gruñido de Chewbacca que anuncia las llamadas que recibo. En el morral, que casi siempre llevo cruzado al pecho y a la espalda, se sacuden las llaves de mi casa, junto con las del estudio, en dos llaveros distintos, para no hacerme bolas, junto con muchos papelitos, que dan fe de mis actividades cotidianas: el ticket del banco, el recibo de la farmacia, la receta del médico, la lista de las compras, la invitación para una exposición, volantes y otros panfletos que de mano en mano recibo de repartidores en la calle, y que luego serán pintados por el reverso de acuerdo a una gama de treinta y cuatro tonos.

De la mano del fervor viral que me habita, otras percepciones sensoriales enfatizan lo que escucho, como la sensación de mi pisada sobre la banqueta, del crujir fritanguero de la quesadilla en el aceite del comal que arde sobre el anafre, afuera del supermercado rodeado de menesterosos, junto al puesto de empanadas, frente al de los tacos de guisado, junto a la panadería, al lado de los tacos y los jugos y cocteles de frutas, coronados con enormes copetes de crema batida en aerosol... un hissssssssssssssssssssss discreto anuncia un topping de granola. También se exacerban los colores y los olores de las personas. Contesto el teléfono sin ver quién llama, y una voz bien conocida, que siento que escuché el día anterior, tal vez sea de nuevo un efecto febril, cuando en realidad han pasado años, que me dice: ‘¡Abrán!’. Eres tú, Luzma...

20.04.23

Mi querido Abrán, este lugar suena muy distinto por la mañana y por la tarde. Estoy en la zona trasera del edificio, junto a un muro de vidrio por donde se cuela, entre las 6 y las 8 am, el sol en el verano. El techo es semidescubierto y desde ahí llega lo que hay detrás. Adentro, el tablero rojo de la mesa sobre la que escribo suelta un ruido seco cuando pongo la taza, sus patas rechinan contra el piso de cemento. El cojín tieso, cuadrado, demasiado alto, forrado de plástico que cubre el asiento de la silla, sopla mientras me acomodo.

Sonidos que no consigo relacionar con ninguna fuente vienen desde afuera. Algo como bolsas plásticas, o brasas quemándose, o láminas metálicas tiemblan en repeticiones circulares. Al fondo, un taladro sostenido muy agudo se enciende y se apaga una y otra vez; anuncia que empezó el horario de trabajo para los obreros de construcción. Ruidos de platos y cubiertos salen como peces voladores de una ventana; más cerca está la voz de un bebé, no son gritos ni es llanto, son balbuceos entrecortados, cosquillas. El claxon de la 73 insiste con violencia en 4 pitadas muy largas, asumo que está atrapado en el tráfico de la curva del parque. Lo que regresa cada tanto es ese objeto que fricciona en círculos. Se escucha orgánico, es probable que una mano lo esté activando, frota algo. Y un zumbido llega de muy lejos, contiene y está en la basede todo: es compacto, como la letra M amplificada, es un tubo, un túnel volteado hacia afuera.

Uno de mis hijos despierta, no sabe que estoy acá, en esta mesa, escribiéndote y lo escucho a unos metros tocar su guitarra. Ese sonido rasgado tiene al menos dos formas de ser; uno suena directamente hacia afuera y está solo atado a las cuerdas, el otro ingresa por la boca de la guitarra y desde allí vuelve a salir con un breve retardo, acuerpado, robusto. El segundo envuelve al primero. El primero moviliza al segundo. Blas se detiene. Dice no sale, dice más palabras o quizás canturrea entre quejidos y murmullos estirados en trance, que uno diría placenteros. Pasa de rasgar las cuerdas con sus dedos a golpear la caja de la guitarra y comienza a cantar en tono de pregunta. Pulsa la madera con golpes ya más intensos, se monta sobre el zumbido lejano con forma de tubo, ahora está freestyleando.

“...pero ¿qué es lo propio de la ausencia del preseenteeeee?
y ya, ...decido ser naa... decido ser naaa... ”

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24.04.23

Muy querida Luzma

Combinado con el chic chac de la navaja que sale y entra en el riel de exacto, del rasgueo de la cinta adhesiva y del cartón del que se desempacan vaciado de yeso con capas de cera que encapsula zarzamoras, tubitos, cables, alambres y monedas de cobre, suena esto.

Abrazos,

ac

04.05.23

Arrastran las sillas. Un avión sopla su línea en el cielo. Perro negro ladra tres veces. “Víctor Mendoza” sale de un teléfono celular. Salta la tolva de una camioneta. Un carrito de basura rueda las llantas de jebe. Detrás del muro, carcajadas. Suena una campana, luego un silbato. Voz de una mujer desde un altoparlante. Aplausos. Viento entre las hojas del molle. Aplausos. Un salto en zapatillas. Vengo caminando por la calle del Colegio Parroquial Santa Rosa, querido Abrán, en este mediodía de un verano que no acaba.

¿Cristina? ¿Elvira? ¿Rosita? ¿Mercedes? ¿Ana?
Chicas... mantengan el orden... ¿Joanna? ¡Joaannaaa!...
Ya ustedes saben. Estás a prueba esta semana...

... y la próxima semana...
¿Dónde está...? ¿Joanna?

¡...Shhhhhhh...! ... Falta el escudo. ¡Diiaaaanaaaa!

Maestro, dele un poquito pal’ante.
Va a salir ya, retroceda nomáaa...
Maaari, está llegando tu papá. Alexaaa...

Ya vino tu papá.

¡No juegues en la pista! NAAAAAAHHHH HHHHHHIIIII...

¡Señor Diego!

Muuuy biennn, la número 1, la número 2...
Puntuales mañana. Y traigan más agua.
AAAAAAIIIIIIIIIIIII YYYEEEEEAAAAA UNAAAAAA YAYAAAAAA...
Sí, la Vicky estudiosa es. Hace rato la estoy llamando.

¡Atención Marcia!
¿Ahí esta la llave?
¿Herminia, ahí está la llave?

Fotocopien de la página 12 a la 29, blanco y negro, para qué más.

¡Paco! ¡Mañana acá ah!

Qué necesidad... poner la foto de las autoridades...

¿Entendieron?

Estás dejando regados los papeles.
¿Y tú, por qué tienes ese polo?
¡No cruces sin mirar, Mari!
Mínimo 3 Marcianos de 3 sabores, señora:
fresa, lúcuma y maracuyá.

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03.05.23

Tintineando su triquitraque, refunfuña su chaca chaca, embobina la sirena de la pipa de los tragafuego.

Trinan gozosos los cotorritos allá afuerita, y acá nos masticamos todo el día el pitido intolerable de la Genie subibaja, ayudándonos a cambiar nuestra percepción del espacio, quitando y poniendo, moviendo, cambiando de lugar los spots, los washes y los flows.

Rumiando mi stress pongo otra vez —sin escuchar las frecuentes quejas y las críticas a mi maniática reincidencia— una playlist de Los Lobos, en la que se arrejuntan las arpas jarochas, las vihuelas, la tejana y el rocanrolito cincuentero.

Una abeja em zumba al oído, “la Fuerza Aérea”, dijo Raúl, en la temporada en que vacíabamos yeso, y cuando fraguaba le machacábamos y exprimíamos zarzamoras frescas, y encapsulábamos chingaderitas en una capa extra de cera y parafinas derretidas, al son de las velocidades que demanda cada material, cada objeto, y sus diálogos, sus sonidos, sus murmullos, como este, querida Luzma...

03.05.23

Abrán de Ajusco, lugar donde florece el agua, estarás arremolinando tus wachuwuros en el espacio de allá. Qui tapón pon pon pon. Acá, yo quiebro la cáscara de unos huevos de gallinas libres con la yema bien amarillita para chorrearla en la mantequilla encebollada que ya cruje. Comeré poco y despacio. De ahí puro paquete rechinando en bolsas reciclables serán sorbidas por la mochila y entonces partir, en unas horas, al nevado. Bocinearemos rumbo norte para girar quemando caucho hacia la Sierra. De Churín en adelante solo habrá sacudida en la trocha. Llegando a los 5,000 metros sobre el nivel del mar el hielo se derrite y pasaremos por al menos 7 lagunas glaciares: Rumbro, Punhuaycocha, Rupahuay, Chaucas, Chuspi, Gayco y Mallay. Registraré lo blanco. El goteo también.

Te abrazo. Lo mejor para ti por allá.

08.05.23

Ian Campbell canta “Poor old horse”, una tonadilla de marineros (¿será acerca de hipocampos?), luego de “Na Ceannabháin Bhana”, que acabé bailando mientras el crujido del parquet me recuerda que sigo algunos kilos arriba de lo que debería, pero igual ya anhelo el pssshhhhht de la chapita de la cerveza despegándose de la botella, antes del tris que hace sobre el piso de terrazo, y ni qué decir del clin del brindis de rigor…

Mientras amontono mis sílabas con sus espacios y sus silencios, suena “Down is up” de Moondog, el Vikingo de la 6a Avenida, y casi al instante llega el DJ a contarme con gesticulaciones y exabruptos sonoros, que metió un autogol en su clase de fut, y a leerme su tarea, en un francés que sigo encontrando demasiado parisino, pensamiento que ni tan en el fondo esconde mi auténtica incapacidad fonética, y mi primigenia capacidad de aprender a estas alturas de la vida, y mi increíble habilidad para desaprender.

Una onomatopeya, “Bam Bam”, es el título de la sincopada melodía de Sister Nancy, cuya voz aterciopelada, de nuevo me lleva a torturar las lloronas maderas del piso de mi casa.

Finalmente, intentando canturrear la canción del principio, busco la letra tecleando- mi-teclado como si fuera el de la máquina de escribir, con la que aprendí a “escribir a máquina”, dándole duro, percutiendo, más que otra cosa, al ritmo de la canción , que me hace tirar una carcajada sonora, no sólo por su contenido desvalagado y cínico, sino por mi pronunciación estúpidamente torpe y sin gracia, y por mi abulia displicente al no poner atención al relato implícito :

“Poor Old Horse”
Ian Campbell

I say, “Old man, your horse is dead.”
And we say so, And we know so.
I say, “Old man, your horse is dead.” O, poor old man.
One month a rotten live we’ve led
While you lay on y’er feather bed
But now the month is up, ol’ turk
get up, ye swine, and look for work
get up, ye swine, and look for graft
while we lays on an’ yanks ye aft
An’ yanks ye aft t’ th’ cabin door
and hopes we’ll never see ye more

Esperando sinceramente verte de nuevo algún día, te dejo un abrazo,

ac

EN CONSTRUCCIÓN
in construction
EN CONSTRUCCIÓ